ÚLTIMAS NOTAS


Notas mas populares

____________________________________________________________

Día Del Trabajador:

  • La historia de Dia del trabajador en Argentina
  • Reconocimiento a los mártires de Chicago


El 1° de mayo de 1886, en esa ciudad estadounidense, 200 mil obreros se movilizaron en las calles en reclamo de jornadas laborales de 8 horas. Una feroz represión policial dejó 6 manifestantes muertos, publica el suplemento Compañeros del diario Crónica.


Los excesos de la revolución industrial en los Estados Unidos, con jornadas laborales de hasta 18 horas, fueron el origen de las luchas que condujeron al trágico 1º de Mayo de 1886. Chicago, uno de los centros industriales más importantes, fue escenario aquel día de una masiva movilización de obreros que reclamaban una jornada de trabajo de ocho horas. Los mismos principios científicos que presidían el despliegue del maquinismo, aconsejaban que la jornada debía parcelarse en "ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa".

Más de 200.000 trabajadores salieron a las calles con esa consigna. Muchos de ellos (y ellas, que también se sumaron a la lucha) ignoraban que, más allá de ser una justa reivindicación gremial, pronto devendría en un hito en la historia universal por la justicia social.

El escenario principal de la jornada fue la plaza de Haymarket. El estallido de una bomba, provocación típicamente anarquista, desató la violenta represión policial. La jornada dejó el saldo de seis manifestantes muertos a balazos. Un año después, tras un juicio arbitrario a ocho anarquistas, cuatro de ellos fueron ejecutados en la horca, otro se suicidó en la celda antes su ejecución y los tres restantes recibieron cadena perpetua. Además, hubo cientos de detenidos, torturados y despedidos de sus empleos. La mayor saña se desató sobre los inmigrantes irlandeses, españoles, italianos, polacos y rusos.


Sin embargo, lejos de frenar el impulso colectivo hacia un orden más justo, la represión sólo demostró la inhumanidad de quienes pretendían multiplicar sus ganancias al precio de una explotación salvaje.

La jornada de ocho horas ya se había consolidado como una conquista irreversible, si bien su vigencia efectiva fue extendiéndose paulatinamente. Días después de la masacre de Chicago, la American Federation of Labor, exaltaba el significado de aquella lucha: "Jamás en la historia de este país ha habido un levantamiento tan general entre las masas industriales. El deseo de una disminución de la jornada de trabajo ha impulsado a millones de trabajadores a afiliarse a las organizaciones existentes, cuando hasta ahora habían permanecido indiferentes a la agitación sindical".

En 1889, la II Internacional Socialista declaró al 1º de Mayo como Día Internacional del Trabajo. En 1904, propuso a "todos los partidos, sindicatos y organizaciones socialdemócratas luchar energéticamente en el Primero de Mayo para lograr el establecimiento legal de la jornada de 8 horas". En 1919, el Senado de Francia ratificó la jornada laboral de 8 horas e hizo que por primera vez el 1º de Mayo de 1919 fuera un día no laborable. En España, los anarquistas catalanes ese año lograron que la jornada de 8 horas se regulara en todo el país. Después de la II Guerra, el Día Internacional del Trabajo se institucionalizó en todos los continentes. Los países con regímenes comunistas solían festejarlo con mucha pompa, aunque en ellos el derecho laboral no era respetado y muchos activistas sindicales iban a prisión sólo por declarar un paro.

La historia del Día Del Trabajador en Argentina
Se cumplen 129 años de la primera conmemoración en el país. Breve repaso de esta celebración tanto en gobiernos democráticos como de facto.



El debut del 1º de mayo argentino fue en 1890. Unos 2000 manifestantes, convocados por una organización de inmigrantes alemanes, se concentraron en la Recoleta. Los oradores, entre ellos el dirigente socialista Guillermo Liebknecht, reclamaron la vigencia de la jornada de ocho horas, que los empresarios rechazaban por considerarla una modalidad ajena a las costumbres del país. Hacia dentro del movimiento sindical, ya se perfilaban las diferencias entre socialistas y anarquistas.

Fueron éstos últimos los protagonistas del festejo más sangriento de la historia del 1º de Mayo en el país. En 1909, bajo el gobierno conservador de José Figueroa Alcorta, se concentraron en Plaza Lorea, donde la policía reprimió con armas de fuego matando a 14 manifestantes e hiriendo a más de 80. La violencia continuó en el entierro de las víctimas y los anarquistas vengarían a sus muertos en la persona del jefe de policía, coronel Ramón Falcón, asesinado en un atentado. En represalia, jóvenes de clase alta salieron a incendiar bibliotecas obreras y a hostigar a los periódicos socialistas y anarquistas.

La lucha de los radicales por el voto universal y el ascenso al gobierno de Hipólito Yrigoyen cambió el escenario de los festejos obreros. Ya cerca de su caída, el 28 de abril de 1930, Yrigoyen declaró al 1º de Mayo "fiesta del Trabajo en todo el territorio de la Nación".

En septiembre de aquel año, el golpe de José Uriburu dio inicio la "década infame". Pero en 1931, Uriburu autorizó el festejo, que ya era una conquista firme de los trabajadores argentinos. Aún así, el clima social de la fecha era tenso, y la clase media se encerraba en sus casas por temor a incidentes.

El avance del nazismo le dio un carácter político al festejo de 1940, en defensa de la democracia. Cuatro años después, instalado ya el gobierno surgido del golpe del 4 de junio del 43, un acto comunista en Plaza Once fue reprimido con violencia. Sin embargo, el ascenso político del coronel Juan Perón afianzó la presencia obrera en el escenario social, ante la desconfianza de la izquierda que lo rotulaba como "fascista".

Con la llegada de Perón al gobierno por la vía democrática, el festejo del 1º de Mayo alcanzó su plenitud. En los actos hablaban el jefe de la CGT, Evita y el Presidente. Después, la gente disfrutaba de los espectáculos musicales, el desfile de carrozas y la coronación de la Reina del Trabajo.

La presencia sindical, desde entonces y pese a los reiterados intentos de los gobiernos militares, hizo del tradicional festejo una conquista indiscutible. Sin embargo, acotar el poder sindical siguió siendo una meta de políticos y dictadores. El más funesto de todos, Jorge Rafael Videla, en las Bases Políticas para la Reorganización Nacional, sostenía: "Deben dictarse las leyes fundamentales de Asociaciones Gremiales de Trabajadores (...) Es necesario quitar a estos organismos el poderío económico que proviene de la acumulación de riqueza, dado que, cuando éste se agrega a la fuerza gremial, corrompe la función de sus dirigentes e instituye poderío político".